La premisa calvinista no tiene fundamento en el lenguaje natural de la Escritura.
Aunque es cierto que la doctrina de la naturaleza caída del hombre es innegable y bíblica, Dios trata al hombre como un ser capaz de creer o arrepentirse de forma voluntaria. Esto no es porque el hombre no sea caído por naturaleza, sino porque Dios imparte gracia a los hombres con el fin preciso de que puedan voluntariamente arrepentirse y creer, sin que esta gracia actúe de manera compulsiva, como enseña el calvinismo, el cual postula que esta gracia lleva a los hombres a la fe y salvación de forma irresistible.
Intentar apoyar el calvinismo con el lenguaje de Dios mismo en la Escritura resulta incoherente. Dios descarga totalmente el accionar para el arrepentimiento y la fe en el hombre, e incluso demanda la fe y el arrepentimiento de todos y cada uno de los hombres.
La premisa del calvinismo sugiere, de forma absurda, que Dios, a sabiendas de que ha hecho que el hombre herede la naturaleza caída de Adán, lo cual lo inhabilita moralmente y lo hace incapaz de hacer el bien, creer o arrepentirse, que Dios intenta inútil y sarcásticamente razonar con el hombre depravado para que se vuelva a Él, sabiendo que este está incapacitado desde su nacimiento para lograrlo.
El calvinismo tergiversa la sinceridad del llamado de Dios a la salvación, presentando a Dios como un ser de doble ánimo, y sin duda, cualquier persona con un mínimo de juicio reconocería que esto pinta a Dios como un engañador. Por lo tanto, el calvinismo es una doctrina que, probablemente, sea del agrado del diablo; porque, si no fue él quien la ideó, ciertamente se alinea con sus intereses de desvirtuar el carácter de Dios.
La verdadera doctrina bíblica enseña que el hombre es caído y ha pecado contra Dios, que Dios ha amado tanto al mundo en su condición que ha provisto un medio de salvación para todos, que es Cristo. Esta salvación se obtiene por gracia y no por obras, a través del arrepentimiento y la fe genuina y voluntaria de personas capacitadas por la gracia, que no actúa de forma compulsiva, sino persuasiva.
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